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Alice Rahon 

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Foto Manuel Álvarez Bravo ca. 1940

Una surrealista en México. Alice Rahon (1993-1987) se propuso retomar el panorama ya establecido del surrealismo y expandir la huella transgresora de la emigración europea en el panteón del arte moderno mexicano. Así Alice Rahon se integra, en su modo nada convencional, al grupo de las artistas mujeres adscritas al surrealismo anclado en México como una tercera vagabunda del Dharma* -junto a Leonora Carrington y Remedios Varo, en una tríada hasta ahora incompleta.  Y en ese destino tan suyo, sobre todo mental, ufano de su desapego hacia la obra consagrada o hacia el estilo como firma, está el protagonismo nómada de Rahon.

Alice Rahon ofrece la oportunidad de dimensionar su singular contribución a la historia del arte moderno de México, y estimula su estudio y apreciación. 

 

El 8 de junio de 1904, nació la poeta y pintora surrealista francesa Alice Marie Yvonne Philppot conocida como Alice Rahon, en la pequeña población de Chenecey-Buillon, situada junto a la frontera con Suiza. Parte de su infancia se crió con sus abuelos maternos en la población de Roscoff, en la Bretaña francesa.  Siendo muy niña, un accidente que le lesionó la cadera la obligó a permanecer una larga temporada en reposo, tiempo que ocupó leyendo, dibujando y pintando, hecho que determinó el inicio de su carrera.  Cuando tenía 12 años de edad, un nuevo accidente en el que se rompió esta vez la pierna, agravó su lesión en la cadera, desde entonces los dolores y las dificultades para caminar, la acompañarían toda su vida. A principios de los años 30 llegó con su hermana a París para dedicarse a la poesía y se sumergió de lleno en el ambiente bohemio parisino.  Allí conoció a su futuro marido, el pintor austríaco Wolfgang Paalen (1905-1959), y a otras figuras del grupo surrealista como Max Ernst, Paul Eluard, o André Breton. En París también entabló una estrecha amistad con Frida Kahlo, por quien sintió de inmediato una afinidad personal, ya que ambas compartían las mismas dolorosas limitaciones físicas provocadas por varios accidentes sufridos siendo muy jóvenes. Fue Frida quien invitó a Alice Rahon a viajar a México en 1939, siendo en este país donde inició y desarrolló toda su trayectoria artística como pintora, obteniendo la nacionalidad mexicana en 1946. Los cuadros de Alice Rahon tienen una conexión con la naturaleza, la luna y los sueños, haciendo referencia en su temática a leyendas mitológicas, cuentos infantiles o fiestas rituales. Su factura es minuciosa y detallista, llegando a experimentar con materiales nuevos como la arena para conseguir texturas. Murió en 1987 a los 83 años en un asilo de Ciudad de México. En el año 2009, el Museo de Arte Moderno MAM de Ciudad de México inauguró una gran exposición retrospectiva con todo su legado plástico y literario con el propósito de rescatar y revalorizar su trabajo. Esta muestra fue comisariada por la historiadora del arte Teresa Arcq, especializada en el estudio de la obra de mujeres surrealistas.

 

Cómo llega a México

En 1933, aún viviendo en Europa, Alice Rahon y Wolfgang Paalen viajaron a España y visitaron las cuevas de Altamira.  El descubrimiento del arte rupestre impactó a la pareja y jugó un papel fundamental en la decisión de viajar a través de Alaska y la Columbia Británica en busca de culturas ancestrales que conservaran aún esa energía espiritual y originaria inmanente en los objetos de arte primitivos.   El encuentro con el arte de los pueblos de aquellas regiones influyó de manera determinante en la producción poética y plástica de Alice Rahon; durante el viaje realizó el singular boceto de los tótems -publicado años después en la revista Dyn (Revista de Paalen, DYN, la cual estaba escrita en inglés y francés debido a que estaba dedicada a la comunidad extranjera radicada en México interesada en el arte moderno y en el arte primitivo) - y empezó a incursionar en el uso del pincel.  A partir de su llegada a México, Rahon se dedicó a la pintura explorando diversas técnicas que enriqueció con arenas y esgrafiados.

La fascinación por el arte primitivo es constante en la obra de Alice Rahon.  Lo consideraba estrechamente vinculado a la magia, a los reinos de los invisible.  El tema aparecerá una y otra vez en sus poemas y en su obra plástica.  Tanto en la técnica como en el contenido sus pinturas refieren a tiempos ancestrales.  Los colores, las texturas, los signos, los esgrafiados, las figuras simbólicas conforman su propia cosmogonía: el imaginario pictórico revela su visión de la realidad.

La iniciación de Alice Rahon dentro del movimiento surrealista ocurrió en París, hacia 1934, el mismo año de su matrimonio con el pintor austriaco Wolfgang Paalen, época en la que Alice escribía poemas en verso libre, mismos que fueron alabados por Breton quien reconoció su talento creativo y le escribió una bellísima carta en ocasión de la publicación de Sablier Couché que, a ojos de él, más que un libro era “un talismán”.

El encuentro con Breton y el surrealismo fue fundamental para Alice Rahon y marcó no sólo la transición de la imagen poética a la imagen visual que se dio a partir de su llegada a México, si no también la concepción de la totalidad de su creación artística; no obstante, sobre la formación artística de Alice Rahon se sabe todavía muy poco.  Lo que sí se sabe con certeza es que colaboraba como diseñadora en los talleres de la renombrada modista Schiaparelli y que hacia 1938 era dueña de una exitosa tienda de sombreros en París, lo que denota su conocimiento del dibujo aplicado al diseño de modas.  Su contacto con las vanguardias del arte moderno y su estrecho vínculo con el surrealismo, le permitieron adquirir un entrenamiento visual impresionante. 

En 1939 los Paalen y Eva Sulzer arribaron a México y fueron recibidos por Frida Kahlo, Diego Rivera y Juan O´Gorman.  Ya en México se reencontraron con sus amigos surrealistas exiliados en el país: César Moro, Remedios Varo, Benjamin Peret, Leonora Carrington, Esteban Frances.   A este grupo se sumaron otras figuras mexicanas que compartían el interés de Alice y Wolfgang por las culturas prehispánicas y entre ellos Miguel Covarrubias y su esposa Rosa Rolanda.

A través de las formas abstractas Alice Rahon buscaba expresar sensaciones cósmicas ligadas al espacio.  Alice Rahon plasmó en sus telas la sutil interrelación entre el surrealismo y la abstracción, entre lo racional y lo irracional, entre el arte y la ciencia.   Las aportaciones teóricas y estéticas del grupo de artistas exiliados en México y que reunían en torno a Dyn sentaron, sin duda, las bases para una nueva dirección de la pintura en México.

 

En 1947, Alice Rahon se divorció de Wolfgang Paalen y conoció al canadiense Edward Fitzgerald, cineasta y escenógrafo, con quien contrajo matrimonio. Viajaba frecuentemente a la bahía de Acapulco, pues en ese año su amiga Anaïs Nin adquirió una casa en la playa de Caleta.

Desde mediados de los años cuarenta Alice Rahon realizó una serie de obras que evocan sus viajes a ciudades reales e imaginarias inspiradas por la obra de Paul Klee.  El colorido y el paisaje de México impactaron a la artista; su recorrido por los distintos rincones del país quedó plasmado en varias de sus piezas.  En diversas de sus obras aparecen sus impresiones de México a manera de mitos, leyendas y fiestas tradicionales desbordantes de color.  Absorbe la sensibilidad a las formas y el color de los indios y su inocencia visual, que se manifiesta en una estrecha comunión con la naturaleza.

Fitzgerald y Rahon realizaron un film experimental titulado "Le Magicien". Para este proyecto Alice diseñó el vestuario, las marionetas y escribió el guión cinematográfico, mientras que Fitzgerald se encargó de la escenografía y la dirección. La película nunca llegó a distribuirse por falta de presupuesto y la única copia existente, que se presentó entre grupos de amigos y artistas y en la Galería Willard de Nueva York, desgraciadamente desapareció. El único vestigio que queda consiste son unas cuantas tomas fotográficas del rodaje.

Dentro del movimiento surrealista la idealización del arte primitivo y el rechazo al antropocentrismo provocó la revaloración del animal como un ser dotado de importancia simbólica.   En las pinturas de Alice Rahon, los animales tienen un rol protagónico.  Sus lienzos son habitados por aves, insectos, toros, búfalos, caballos y, de manera predominante, por gatos -una de las figuras predilectas entre los surrealistas que consideraban a estos felinos depositarios de poderes extrasensoriales-, presentes en la obra de otras creadoras como Remedios Varo y Leonora Carrington.

En las pinturas de Alice Rahon los animales están en constante metamorfosis: se transforman en paisajes o ciudades: se ocultan detrás de las fachadas.  Más allá de ser una representación realista, esos seres fantásticos sugieren sentimiento y anhelos de la artista.  “Ante la fascinación del vuelo de la libélula y el colibrí”, escribió Alice, “caigo de rodillas porque yo quisiera volar”.

Alice Rahon se divorció de Edward Fitzgerald en 1960, un año antes Wolfgang Paalen se había quitado la vida en las afueras de la Hacienda de San Francisco Cuadra, Taxco. Alice continuó exhibiendo y pintando. En 1969, la noche de la inauguración de su exposición en la Galería Pecanins, sufrió una caída en las escaleras y se fracturó la cadera nuevamente. Se recluyó en su casa de Las Flores. En 1975, después de su exhibición en la Galería de Arte Mexicano, Alice Rahon dejó de pintar, siendo uno de sus últimos cuadros el titulado “Una giganta llamada Soledad”. El Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México presentó una exposición retrospectiva de su obra en 1986. Un año después Alice Rahon murió en un asilo en la Ciudad de México.

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